Un libro de un autor como Bertrand Meyer no deja de llamar mi atención. Además, es un caso de estudio para mis meditaciones personales acerca del concepto de «autoridad». ¿Qué es «autoridad», cómo se logra, cuándo, quién, dónde, por qué y para qué? En parte, la búsqueda por distinguir quién es quién en creación de software es lo que guía mi interés por leer otro libro sobre disciplinas tanto artísticas como científicas en software. El prestigio y el crédito que justifican a una persona para pronunciarse de manera competente en una materia tan compleja y difícil como la creación de software se sostienen sobre la base de no poca pericia. Un dominio tanto de diversas teorías como de variedad de prácticas resulta necesario para cimentar autoridad en la ciencia y en el arte del desarrollo de software que retorna ganancias o entrega valor de negocio.
Por fortuna no todo programador opina que lo único valioso es el cortoplacismo desdeñoso de la investigación científica y del pensamiento crítico. Por fortuna hay quienes advierten que toda práctica tiene una teoría subyacente, y que una buena manera de mejorar la práctica es entender cada vez mejor la teoría que la sostiene o, dado el caso, reemplazarla por una teoría diferente. Por fortuna para la sociedad civil —que utiliza cada vez más algún tipo de software—, hay programadores que leen y escriben libros y disertaciones en búsqueda del desarrollo del pensamiento doctoral y de una práctica profesional cada vez más madura. De ahí la relevancia de cultivar la relación entre la lectoescritura y la destreza para diseñar software valioso. (Por eso el sinsentido de rechazar una propuesta por preferir un curso de creación literaria en lugar de tomar sólo exámenes de “certificación”.)