jueves, diciembre 25, 2014

Lectoescritura y autoridad

Un libro de un autor como Bertrand Meyer no deja de llamar mi atención. Además, es un caso de estudio para mis meditaciones personales acerca del concepto de «autoridad». ¿Qué es «autoridad», cómo se logra, cuándo, quién, dónde, por qué y para qué? En parte, la búsqueda por distinguir quién es quién en creación de software es lo que guía mi interés por leer otro libro sobre disciplinas tanto artísticas como científicas en software. El prestigio y el crédito que justifican a una persona para pronunciarse de manera competente en una materia tan compleja y difícil como la creación de software se sostienen sobre la base de no poca pericia. Un dominio tanto de diversas teorías como de variedad de prácticas resulta necesario para cimentar autoridad en la ciencia y en el arte del desarrollo de software que retorna ganancias o entrega valor de negocio.

Por fortuna no todo programador opina que lo único valioso es el cortoplacismo desdeñoso de la investigación científica y del pensamiento crítico. Por fortuna hay quienes advierten que toda práctica tiene una teoría subyacente, y que una buena manera de mejorar la práctica es entender cada vez mejor la teoría que la sostiene o, dado el caso, reemplazarla por una teoría diferente. Por fortuna para la sociedad civil —que utiliza cada vez más algún tipo de software—, hay programadores que leen y escriben libros y disertaciones en búsqueda del desarrollo del pensamiento doctoral y de una práctica profesional cada vez más madura. De ahí la relevancia de cultivar la relación entre la lectoescritura y la destreza para diseñar software valioso. (Por eso el sinsentido de rechazar una propuesta por preferir un curso de creación literaria en lugar de tomar sólo exámenes de “certificación”.)

sábado, noviembre 01, 2014

Historia como introspección

 

Mi recorrido por el diseño de programas en cómputo digital y teleprocesamiento de datos ha sido influenciado de manera particular por los enfoques de la comunidad C++ de autores, Bjarne Stroustrup en primer lugar. Esa influencia, además, incluye los enfoques propuestos por autores referidos por el mismo Bjarne Stroustrup como quienes han influido en su propia obra; e.g., Dennis M. Ritchie, Edsger Wybe Dijkstra, Kristen Nygaard, Niklaus Wirth, Ole-Johan Dahl, entre muchos otros (algunos de esos otros están listados en la sección «Masters» de un blog anterior en: Marco Dorantes' WebLog).

Una investigación amplia sobre la historia de las ideas en diseño de programas para computadoras digitales, o la ausencia de tal investigación, ayudaría a poner en perspectiva y a entender mejor los recurrentes problemas de calidad e insuficiencias de profesionalismo en la creación de soluciones de negocio basadas en software.

Si los problemas de calidad y las insuficiencias de profesionalismo siempre fuesen por completo explicadas al apuntar las deficiencias en los otros y no en uno mismo, entonces el individuo nunca tendría razón alguna para considerar que quizá su participación en los problemas es mucho más que una participación indirecta, o incluso para considerase como parte de la causa raíz de tales problemas. Un ejercicio histórico incluye identificar cómo otros han superado sus deficiencias, y eso puede servir para aplicar patrones similares a las deficiencias del presente. Si el individuo carece del hábito de ese ejercicio histórico, de esa perenne investigación, entonces se podría explicar por qué su inconciencia del nivel en que participa de las deficiencias de calidad y de profesionalismo a su alrededor.

La investigación de los problemas que nos aquejan suele ser parte del inicio de su solución. Las posibles soluciones no pueden siquiera iniciar su gestación histórica sin primero reconocer cuál es el problema, o si acaso existe un problema. Un análisis de la destreza profesional propia incluye identificar mis deficiencias y cómo llegaron ahí en primer lugar; es decir, incluye revisar el recorrido histórico personal con un escrutinio sistemático que las explique no como infortunios circunstanciales sino como parte de un diseño cultural explícito. En otras palabras, algunas de nuestras deficiencias pueden ser deficiencias del ambiente cultural en el que hemos estado inmersos y para reconocerlas con claridad será necesario aprender a desencajarse de ese ambiente y aprender a analizar procesos culturales con mayor amplitud. Si un individuo quiere participar de la gestación de soluciones a los problemas de esta industria, entonces puede considerar el hábito de la investigación histórica como un ejercicio de introspección.

Por supuesto, semejante proposición implica una especial dedicación, devoción y esmero por la profesión que uno ejerce y estima. Sin esa estima entonces se pueden explicar algunas reacciones típicas en esta nuestra sociedad del espectáculo ante mi proposición: “…eso está muy bien pero desgraciadamente no es práctico y resulta irrealizable dadas las presentes condiciones pues no podemos poner a todos a estudiar historia.” Reacciones como esa ponen a la desgracia como la raíz del asunto, como la excusa principal, por la cual el cambio, o el inicio del cambio, no es realizable. No dudo que haya desgracias que impidan exigir el cambio en algunos casos, pero cuando esas displicentes reacciones provienen de personas con los recursos necesarios y que están lejos de ser casos desgraciados entonces esas reacciones tan sólo son parte del problema y no de posibles soluciones.

Si para esfuerzos físicos, de pauta deportiva, de corto o mediano plazo vale la consigna: “¡Desafía tus límites!”, cuánto más debe valer la misma consigna para la profesión estimada y de pauta intelectual.

domingo, septiembre 28, 2014

Profesionalismo y lenguaje

El profesionalismo está dentro de los temas que no dejan de interesarme, cuánto más hoy donde la aplicación del software está cada vez más presente en la sociedad. Recuerdo hace 25 años la primera vez que escuché la idea de que el software es una forma de tecnología. Fue curioso pensar que los programas y juegos que para entonces ya había hecho en Commodore-16, Apple IIe y PDP-11, y que hice con tanto gozo, fuesen una forma de tecnología. ¡A mí me parecía sólo un juego!, el cual planeaba seguir jugando.

Ahora el software y las computadoras están por todos lados, incluso en el humor, claro (imagen anexa).

Asimismo, apenas vamos ubicando, como civilización, qué es esto del cómputo digital y el teleprocesamiento de datos. Estamos en una fase donde proliferan los “brujos” y “chamanes” quienes, como antaño, usan la magia del lenguaje para encandilar a quien se deje. Recién leí la siguiente nota que menciona el caso del “archibabble” y la “talkitecture”: Should Software Architects Write Code?

En español, “archibabble” refiere a una especie de verborrea o guión de ventas cuyo soporte casi de manera exclusiva es el uso —o abuso— de presentaciones Powerpoint de gran atractivo visual, lo cual sirve básicamente para intentar impresionar a posibles compradores. La idea tiene una connotación peyorativa para los casos donde se abusa del lenguaje sin respaldarlo con software de calidad que entregue valor de negocio concreto y verificable en tiempo y forma.

El otro término, “talkitecture”, está muy relacionado con el anterior y se refiere a un exceso observable entre vendedores que se hacen pasar por ingenieros, y que padecen de graves niveles de analfabetismo técnico por lo que casi su único recurso es abusar del lenguaje para lograr vender proyectos de creación de soluciones de negocio basadas en software. Una parte de la explicación del fracaso de esos proyectos se debe a este tipo de abuso del lenguaje, el cual suele estar desapegado de los hechos materiales de la realidad en la creación de software de calidad.

domingo, julio 27, 2014

Burocracia e ironía

¿Qué hay en común –además de las buenas intenciones– en los discursos, por ejemplo, del papa de la iglesia católica, del patriarca de la iglesia ortodoxa griega, del secretario general de la ONU, y de algunos otros prelados de ideologías corporativistas, públicas o privadas?

Parece ser una peculiaridad inevitable de algunas —quizá no pocas— corporaciones: la burocracia. Donde haya necesidad de regular la conducta humana por medio de normas dentro de un estricto orden racional por comando y control jerárquico, ahí la burocracia suele ser una alternativa muy frecuentada. Debe quedar claro: una burocracia sin excesos ni tropiezos indiscutibles tiene aspectos ventajosos. Sin embargo, lo inevitable de tal peculiaridad es sólo aparente pues hay otras alternativas para organizarse de manera efectiva y eficiente. Tanto es así que ahí, al aceptar dicha inevitabilidad en lugar de rechazarla en los hechos, está el exceso y el tropiezo por el cual la burocracia se ha ganado a pulso su mala fama: al aceptar la influencia excesiva de funcionarios en asuntos en los que son por completo analfabetas, al repetir acríticamente prácticas administrativas rígidas e ineficientes, y al acatar con vergonzosa genuflexión formalidades superfluas y –para decirlo con claridad– torpes.

Asimismo, los discursos que provienen de las cúpulas administrativas de esas corporaciones suelen contener expresiones que captan mi atención. Por ejemplo: «What orthodoxy should I question?» en los párrafos finales de Satya Nadella en una publicación donde habla, entre otras cosas, sobre transformación individual y corporativa (Bold Ambition & Our Core). Desconozco si el individuo de marras tiene la capacidad para hacer una composición por escrito de ideas propias o cuenta con un grupo asignado que articula y redacta lo que debe decir en público y para el beneficio de las relaciones públicas de su corporación. Lo que capta mi atención de tal expresión, para empezar, es su posible ironía en dos sentidos: (1) con respecto a la educación de su audiencia, o (2) con respecto a la continuación de la cultura que dice querer transformar. Es decir, (1) si los aspectos nocivos de su burocracia interna ya son intolerables entonces tal expresión sería una burla fina y disimulada hacia quienes, para sobrevivir en su cultura corporativa, han sepultado por años toda posible habilidad para cuestionar y en su lugar han desarrollado año tras año una alta capacidad para acatar y someterse (en inglés: compliance). Por otro lado, (2) tal expresión podría ser una figura retórica para dar a entender lo contrario de lo que se dice y lo que en realidad busca es exigir de su audiencia un mayor grado de obediencia, docilidad y, en inglés, «compliance».

sábado, julio 26, 2014

Arte, ciencia y programación

A partir de la programación de computadoras —o cualquier actividad humana sometida a examen crítico— se puede descubrir una riqueza cultural enorme, pero la aportación de la programación de computadoras a la indagación de la realidad tiene unos rasgos distintivos que la hacen muy atractiva para mí. Me refiero en particular al diálogo estético entre un cerebro basado en carbono (el cerebro humano) y un cerebro basado en silicio (el microprocesador digital). En el mismo eje temático de Donald E. Knuth, el diálogo que ocurre en una sesión de programación de computadoras sería una prodigiosa mezcla entre arte y ciencia:

«La ciencia es lo que entendemos suficientemente bien como para explicárselo a una computadora; el arte es todo lo demás.» —Donald Ervin Knuth, en su obra Things a Computer Scientist Rarely Talks About.

martes, julio 15, 2014

Análisis cultural

Por inverosímil que parezca a primera vista, los siguientes dos párrafos, y su tema general subyacente (pensamiento crítico), tienen una estrecha relación con mis otros proyectos personales de indagación. En particular los relacionados con las dimensiones de la creación de soluciones de negocio basadas en software: como un caso de estudio para el ejercicio de análisis cultural en la dimensión «Personas» (otras dimensiones son «Proceso», «Diseño/Arquitectura», «Tecnología»).

Por fortuna, algunos teólogos contemporáneos sí hacen un intento por divulgar su trabajo con claridad. Por fortuna, algunos de ellos no son del corte fanático que pretende apropiarse de toda la verdad y de toda la razón para el exclusivo uso de algún partido religioso, sino que hacen estudios en religión comparada. Por fortuna hay teólogos como William Willimon, en las ramas del protestantismo, o Karen Armstrong, o Albert Biesinger, en las ramas del catolicismo, que divulgan perspectivas distintas a las propias de la primera infancia de no pocos de nosotros adultos.

Como algunos saben, uno de mis proyectos personales de indagación es desarrollar una teoría teológica liberal, libertaria y libertina, así que no reparo en consultar fuentes diversas. Hace algunos días, en la librería de la Parroquia Emperatriz de América, de corte católico conservador, me topé con este libro de Albert Biesinger, teólogo católico egresado de Tubinga y Friburgo, Alemania. En este libro, entre otros similares, se puede constatar la riqueza de teologías basadas en interpretaciones no literalistas de textos antiguos veterotestamentarios y neotestamentarios.