Mi recorrido por el diseño de programas en cómputo digital y teleprocesamiento de datos ha sido influenciado de manera particular por los enfoques de la comunidad C++ de autores, Bjarne Stroustrup en primer lugar. Esa influencia, además, incluye los enfoques propuestos por autores referidos por el mismo Bjarne Stroustrup como quienes han influido en su propia obra; e.g., Dennis M. Ritchie, Edsger Wybe Dijkstra, Kristen Nygaard, Niklaus Wirth, Ole-Johan Dahl, entre muchos otros (algunos de esos otros están listados en la sección «Masters» de un blog anterior en: Marco Dorantes' WebLog).
Una investigación amplia sobre la historia de las ideas en diseño de programas para computadoras digitales, o la ausencia de tal investigación, ayudaría a poner en perspectiva y a entender mejor los recurrentes problemas de calidad e insuficiencias de profesionalismo en la creación de soluciones de negocio basadas en software.
Si los problemas de calidad y las insuficiencias de profesionalismo siempre fuesen por completo explicadas al apuntar las deficiencias en los otros y no en uno mismo, entonces el individuo nunca tendría razón alguna para considerar que quizá su participación en los problemas es mucho más que una participación indirecta, o incluso para considerase como parte de la causa raíz de tales problemas. Un ejercicio histórico incluye identificar cómo otros han superado sus deficiencias, y eso puede servir para aplicar patrones similares a las deficiencias del presente. Si el individuo carece del hábito de ese ejercicio histórico, de esa perenne investigación, entonces se podría explicar por qué su inconciencia del nivel en que participa de las deficiencias de calidad y de profesionalismo a su alrededor.
La investigación de los problemas que nos aquejan suele ser parte del inicio de su solución. Las posibles soluciones no pueden siquiera iniciar su gestación histórica sin primero reconocer cuál es el problema, o si acaso existe un problema. Un análisis de la destreza profesional propia incluye identificar mis deficiencias y cómo llegaron ahí en primer lugar; es decir, incluye revisar el recorrido histórico personal con un escrutinio sistemático que las explique no como infortunios circunstanciales sino como parte de un diseño cultural explícito. En otras palabras, algunas de nuestras deficiencias pueden ser deficiencias del ambiente cultural en el que hemos estado inmersos y para reconocerlas con claridad será necesario aprender a desencajarse de ese ambiente y aprender a analizar procesos culturales con mayor amplitud. Si un individuo quiere participar de la gestación de soluciones a los problemas de esta industria, entonces puede considerar el hábito de la investigación histórica como un ejercicio de introspección.
Por supuesto, semejante proposición implica una especial dedicación, devoción y esmero por la profesión que uno ejerce y estima. Sin esa estima entonces se pueden explicar algunas reacciones típicas en esta nuestra sociedad del espectáculo ante mi proposición: “…eso está muy bien pero desgraciadamente no es práctico y resulta irrealizable dadas las presentes condiciones pues no podemos poner a todos a estudiar historia.” Reacciones como esa ponen a la desgracia como la raíz del asunto, como la excusa principal, por la cual el cambio, o el inicio del cambio, no es realizable. No dudo que haya desgracias que impidan exigir el cambio en algunos casos, pero cuando esas displicentes reacciones provienen de personas con los recursos necesarios y que están lejos de ser casos desgraciados entonces esas reacciones tan sólo son parte del problema y no de posibles soluciones.
Si para esfuerzos físicos, de pauta deportiva, de corto o mediano plazo vale la consigna: “¡Desafía tus límites!”, cuánto más debe valer la misma consigna para la profesión estimada y de pauta intelectual.