El profesionalismo está dentro de los temas que no dejan de interesarme, cuánto más hoy donde la aplicación del software está cada vez más presente en la sociedad. Recuerdo hace 25 años la primera vez que escuché la idea de que el software es una forma de tecnología. Fue curioso pensar que los programas y juegos que para entonces ya había hecho en Commodore-16, Apple IIe y PDP-11, y que hice con tanto gozo, fuesen una forma de tecnología. ¡A mí me parecía sólo un juego!, el cual planeaba seguir jugando.
Ahora el software y las computadoras están por todos lados, incluso en el humor, claro (imagen anexa).
Asimismo, apenas vamos ubicando, como civilización, qué es esto del cómputo digital y el teleprocesamiento de datos. Estamos en una fase donde proliferan los “brujos” y “chamanes” quienes, como antaño, usan la magia del lenguaje para encandilar a quien se deje. Recién leí la siguiente nota que menciona el caso del “archibabble” y la “talkitecture”: Should Software Architects Write Code?
En español, “archibabble” refiere a una especie de verborrea o guión de ventas cuyo soporte casi de manera exclusiva es el uso —o abuso— de presentaciones Powerpoint de gran atractivo visual, lo cual sirve básicamente para intentar impresionar a posibles compradores. La idea tiene una connotación peyorativa para los casos donde se abusa del lenguaje sin respaldarlo con software de calidad que entregue valor de negocio concreto y verificable en tiempo y forma.
El otro término, “talkitecture”, está muy relacionado con el anterior y se refiere a un exceso observable entre vendedores que se hacen pasar por ingenieros, y que padecen de graves niveles de analfabetismo técnico por lo que casi su único recurso es abusar del lenguaje para lograr vender proyectos de creación de soluciones de negocio basadas en software. Una parte de la explicación del fracaso de esos proyectos se debe a este tipo de abuso del lenguaje, el cual suele estar desapegado de los hechos materiales de la realidad en la creación de software de calidad.