A partir de la programación de computadoras —o cualquier actividad humana sometida a examen crítico— se puede descubrir una riqueza cultural enorme, pero la aportación de la programación de computadoras a la indagación de la realidad tiene unos rasgos distintivos que la hacen muy atractiva para mí. Me refiero en particular al diálogo estético entre un cerebro basado en carbono (el cerebro humano) y un cerebro basado en silicio (el microprocesador digital). En el mismo eje temático de Donald E. Knuth, el diálogo que ocurre en una sesión de programación de computadoras sería una prodigiosa mezcla entre arte y ciencia:
«La ciencia es lo que entendemos suficientemente bien como para explicárselo a una computadora; el arte es todo lo demás.» —Donald Ervin Knuth, en su obra Things a Computer Scientist Rarely Talks About.
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